Mi engreída Josselin

  Josselin siempre fue una niña muy cariñosa, constantemente le pedía abrazos su madre, y besos en la mejilla a mí, su padre. Quería jugar todos los días en el enorme jardín que tenemos, correteando con su faldita que hacía vaivén por el viento mientras ella imaginaba que podía volar, con su muñeca de trapo en un mano mientras decía “¡Vuela más alto!”. Su simpatía le causaba ternura a todos los adultos que la conocían, era como si quieran abrazarla hasta hacerla explotar. Desde pequeña tenía actitudes raras cuando se trataba de mí. Cuando llegaba a casa, ella siempre gritaba “¡Papi!” y venía corriendo a mí sin dejarme cerrar la puerta por completo. Quizás les parezca normal, pero lo raro llegaba cuando intentaba saludar a mi esposa con un beso en los labios y Josselin me interrumpía. Me jaloneaba y me decía “Cárgame papi cárgame” o a veces solo me decía “Ven te quiero mostrar algo que hice” e impedía que saludara a Beatriz, mi esposa. Cuando caminábamos los tres por la calle ta...

Una infiel muy caliente

 


Estiró su mano hacia el asiento del conductor para sobar mi pierna, alzando un poco mi vestido negro y acariciando mi muslo con delicadeza. Mi novio estacionó su carro en una gasolinera para ir a comprar cerveza, su amigo y yo nos quedamos en el carro, poniendo de excusa que estábamos cansados. En ese momento, su amigo aprovecha para manosearme, una delicia.

Fue subiendo la mano lentamente hasta llegar a mis bragas, sobando mi coño por encima de este y sin dejar de mirar mis pechos que, por el vestido corto que llevaba, se me formaba un enorme escote con el que enamoro a todos.

Para ayudarlo, abrí mis piernas al punto de que mi rodilla izquierda chocó con la palanca de cambios, mientras la derecha choca con la puerta. Hago el asiento para atrás, todo lo que se pudo, para que el amigo de mi novio me baje el escote, haciendo que mis pechos salgas por arriba del vestido. En ese momento, semi echada en el asiento del conductor, mi amigo estira su cabeza para llevar su boca a mis pechos.

Comenzó a morder y jugar con mis pezones, moviendo la lengua en círculos sobre este, haciendo que me excite tanto, al punto de comenzar a mojar los dedos de Víctor.

-Sigue bebé – digo con los ojos cerrados mientras siento los dedos de Víctor dentro de mí – Tú sabes cómo me gusta ¡ahhh!  

Sus dedos seguían circulando en mi cuño mientras los empapaba continuamente, y sin dejar de hacerlo, dejó de morder mis enormes tetas para pasar a darme un beso intenso. Metió su lengua en mi boca, haciendo que la calentura me gane. Eso hizo que mi pelvis comenzara a moverse en círculos sobre sus dedos.

Su morreo iba con mordidas en mis labios que causaban un dolor con cierto gusto. No podía creer lo bien que usaba esos dedos, tal fue el punto que, estando un poco parado para poder alcanzar mi coño, estiro mi mano para agarras su paquete. Este ya estaba duro, tanto que podía sentir lo grueso y cabezón que era su pena. Trataba de hacerle una paja a través del jean, pero, sin previo aviso, con la mano que tenía libre intentó desabrocharse el pantalón, bajándoselos y haciendo que su pene salga rebotando por bajarse el bóxer con rapidez.

Comencé a tocar ese enorme pene mientras me seguía dedeando y mordiendo mis pechos, sin siquiera considerar que su amigo (mi novio) podría venir en cualquier momento. Me dejé llevar por la seguridad que llevaba encima, como si supiera lo que está haciendo, importándole un comino.

- Estás tan húmeda – dice son sus dedos dentro de mi coño – ya no puedo aguantar más esto - dijo mientras me agarraba de las manos para jalarme a los haciendo traseros, asientos en donde estaba sentado.

- ¡Espera! ¡ten cuidado! – digo mientras me jala. Gracias a mi delgadez pude pasar entre los asientos del conductor y del copiloto, pero golpeando mis rodillas con la palanca de cambios y el freno de mano.

Estando atrás con él, al tener los pantalones abajo, me sube sobre su regazo, haciendo que habrá las piernas para penetrarme.

- ¡No Víctor!, puede llegar en cualquier momento – digo mientras me acomoda encima de su verga.

-Con más razón ricura, que sea rápido – dice metiendo su verga en mi coño. Haciendo que empiece a dar sentones sobre él, sintiendo su verga entrar y salir, toda babosa y erecta.

El techo del carro es muy bajo, eso hace que me encorve un poco. Víctor aprovecha esto para poner su cara en mis pechos, para morderlas y chuparlas, otra vez.

Las arremetidas bruscas hacen que mi cabello empiece a saltar, haciendo que se despeine un poco. Víctor logra visualizar mi culo a través del retrovisor, diciendo “que rico culo tienes” seguido de una nalgada, haciéndome gemir escandalosamente.

La gente en el estacionamiento pasa cerca del carro, logrando ver lo que está pasando, pero haciéndose los locos cuando se daban cuenta. Yo seguía dejando que Víctor me haga suya, tratándome como una puta de las que alquilas una noche. Jalando mi pelo, dándome nalgadas, mordiendo mis pechos, era lo que más quería.

Víctor hizo que papara de darle sentones, para pararme y darme vuelta, haciendo que mi culo quede a su vista. Quería con tantas ganas que lamiera mi coño en esa posición, sin embargo, se limitó a bajarlo y a cogerme en esa posición. Haciendo que mi culo rebote sobre su pelvis, dándome nalgadas con más facilidad, hizo que me chorriara. Todo mi flujo empapó su pene, haciendo que de un último gemido con intensidad.

- ¡Ahhh! ¡que ricura! ahora me toca a mí.

Alzó mi culo un poco, y comenzó a mover su pelvis de atrás a delante rápidamente para venirse, y sin dejarme unos segundos de descanso, se vino dentro de mí. Sentí como presionaba su pelvis contra mi culo, para que su pene entre más, corriéndose dentro. Tres borbotones de semen fueron los que me llenaron.

Justo en ese momento, veo a mi novio salir de la tienda con cervezas en mano. Rápidamente le digo a Víctor. Pasé al asiendo del copilotó con rapidez, chocando mis rodillas en el camino, y acomodándome, tanto el vestido como el cabello. Víctor solo tenía que subirse el pantalón y limpiarse el labial de la boca.

Mi novio se acercaba despreocupadamente a su carro mientras nosotros no acomodábamos para fingir que nada pasó. Al llegar, entró sin darse cuenta de nada.

- ¡Que cara está la cerveza! – dice.

- ¿Por qué demoraste tanto? – le pregunta Víctor descaradamente.

- Nada, varios pendejos en la fila, lo de siempre… ¡¿Estás listo para fiesta idiota?!

-Sabes que siempre estoy listo – dice Víctor mientras me mira maliciosamente a través del retrovisor.

En ese momento, mi novio enciende el carro, y nos dirigimos a la fiesta que quedaba en casa de uno de sus amigos a las afueras de la ciudad. Es un amigo con el que pasó gran parte de su infancia, y que ahora es millonario.

Durante todo el camino, Víctor no dejaba de mirarme, ni de darme pequeños toques con la punta sus uñas. Daba a entender que quería más.

Comentarios