Mi engreída Josselin


 

Josselin siempre fue una niña muy cariñosa, constantemente le pedía abrazos su madre, y besos en la mejilla a mí, su padre. Quería jugar todos los días en el enorme jardín que tenemos, correteando con su faldita que hacía vaivén por el viento mientras ella imaginaba que podía volar, con su muñeca de trapo en un mano mientras decía “¡Vuela más alto!”. Su simpatía le causaba ternura a todos los adultos que la conocían, era como si quieran abrazarla hasta hacerla explotar.

Desde pequeña tenía actitudes raras cuando se trataba de mí. Cuando llegaba a casa, ella siempre gritaba “¡Papi!” y venía corriendo a mí sin dejarme cerrar la puerta por completo. Quizás les parezca normal, pero lo raro llegaba cuando intentaba saludar a mi esposa con un beso en los labios y Josselin me interrumpía. Me jaloneaba y me decía “Cárgame papi cárgame” o a veces solo me decía “Ven te quiero mostrar algo que hice” e impedía que saludara a Beatriz, mi esposa.

Cuando caminábamos los tres por la calle tampoco dejaba que tome de la mano a Beatriz, ella se ponía en medio rápidamente al ver que nos íbamos a tomar de la mano, luego me agarraba de la fuertemente y me decía “Papi, vamos allá a los juegos vamos”

-          Me parece que está celosa de su propia madre – decía mi esposa entre risas – Pero vamos a ti que consciente mucho a su pequeña, por eso te agarra más cariño.

No podía negarme a las peticiones de mi pequeña, su ternura me cautivó desde apenas minutos de nacida. Ese sentimiento paternal era fuerte cuando se trata de Josselin, no podía dejar que se entristezca o rompa en llanto.

-          Aun es una niña – le decía – disfrutemos el cariño que nos tiene por ahora, cuando crezca, todo eso se irá.

No podía estar más equivocado, o al menos conmigo.

Al llegar la adolescencia el cariño se fue intensificando, tanto que me llegaba a abrazar por la espalda mientras me cepillaba los diente, era un abrazo tan fuerte que podía sentir todo su cuerpo pegado al mío por la espalda. O a veces cuando llegaba del trabajo, ella seguía con la costumbre de acercase a mí, pero esta vez para darme un beso muy intenso en la mejilla (casi chocando la comisura de los labios) mientras preguntaba “¿Cómo estuvo el trabajo papi?”.

Al salir los tres juntos, yendo a cualquier restaurante de la zona, ella se sentaba juntos a mí y constantemente trataba de llamar mi atención mostrándome algún video en su celular, ya sea algún video chistoso o de ella haciendo lipsing con la música. Era casi la misma dinámica; mi esposaba y yo intentábamos hablar y ella interrumpía, a tal grado de que Beatriz llegaba de molestarse.

-          ¿No te parece mucho? – Preguntaba mi esposa mientras estábamos a punto de dormir – entiendo que su personalidad es así, pero la gente llega a vernos de forma rara.

-          Que importa la gente – le decía – es nuestra hija y tenemos que aceptarla tal y como es.

-          Lo entiendo, pero no sé por qué se porta mal conmigo mientras que a ti te hace caso en todo.

-          Bueno, es mi hija, ustedes son mi familia e intento ser la mejor versión para ustedes – Me quedé unos segundos en silencio y luego dije – A veces creo que no lo hago tan bien.

Mi esposa volteó a verme ya estando acostada en la cama y dijo “lo haces perfecto” y pasó a darme un enorme beso que rápidamente se convirtió en morreo. Las cosas se calentaron y me puse encima de ella mientras la oscuridad se aclaraba por la luz de luna que entraba por la ventana. Sentía sus manos yendo y viniendo por todo mi cuerpo, intentando alzar mi polo, intentando meterse entre mis pantalones.

Mientras la besaba con pasión, mis manos bajaban por sus pechos, apretándolos y sintiendo como sus pezones se endurecían por tener mi bulto hinchado entre sus piernas. Mis manos bajaron con lentitud pasando por su estómago y llegando a su coño ya humedecido, se podía sentir lo mojado que estaba a través de sus bragas. Comencé a mover mis dedos en círculos mientras ella metía su mano en mi pantalón para sacarme el verga que ya estaba completamente erecta.

-          Ya le toca a tu mujer – Dijo mientras me besaba y nos masturbábamos mutuamente – ahora me toca, dame todo tu cariño y hazme tuya.

Rápidamente me bajé el pantalón de dormir mientras ella se quitaba las bragas y se ponía en cuatro. Me puse atrás de ella y comencé a pasar la punta de mi verga por su coño para humedecerlo y hacer que entre fácil. Le abría los labios vaginales cada que subía y abajaba mi pena. Sabía que la excitaba mucho eso.

Una vez bien humedecida mi verga con sus fluidos, empujé lentamente mientras entraba mi verga en su coño. Primero entró la cabeza lentamente cuando este desapareció y solo quedaba el cuerpo que también iba entrando. Ella daba un pequeño gemido continuo a medida que iba entrando. Y una vez a dentro del todo, comencé con el mete saca lento.

Tiré de sus cabellos mientras mi verga entraba y salía de su coño, sintiendo cada embestida que le daba, escuchando cada gemido. Podía ver su enorme culo blanco siendo abierto por mi mano que le estiraba una nalga para poder ver mejor la cogida que le daba.

De un momento a otro comencé a embestirla rápidamente. Para poder hacerlo con más velocidad, puse su rostro de golpe contra la cama y puse todo mi peso. Ella alzó su culo aun más para facilitarme el trabajo. La empecé a bombear tan rápido que sus nalgas rebotaban contra mí haciendo “pla pla pla” mientras ella gemía de placer con su cara sumergida en las almohadas.

Un buen rato con el mete y saca hasta que no pude aguantar y saqué mi verga de golpe, echándole todo mi semen entre sus nalgas y dejándola totalmente embarrada. Mientras respiraba profundamente, me concentré en una gota de semen que bajaba por el ano de mi mujer hasta llegar su coño, cayéndose en la cama. Pero algo me desconcentró, una presencia. Alcé la mirada hacia la puerta entre abierta y vi una silueta parada, mirándome fijamente, directo a los ojos.

-          No sabes lo feliz que me haces – Dijo Beatriz.

Miré fijamente la silueta en la puerta sin decir nada, pasmado y enervado, rápidamente intuí quien era.

-          ¿Tú no dirás nada? – pregunto Beatriz.

-          ¿Qué? – dije confundido y mirando a Beatriz voltearse para besarme– Ahh si, es verdad, estuvo bueno.

Al regresar la mirada a la puerta, Josselin había desaparecido. Esa situación me dejó pensando toda la noche, no sabía cómo actuar. Nuestra hija nos vio coger. Esa noche no pude dormir del todo por la preocupación de saber en como esto afectará nuestro vínculo familiar. Entiendo que ella ya sabe sobre esto, pero ver a sus padres hacerlo no está bien, o al menos no para mí.

Por la mañana las cosas resultaron normales. Josselin terminaba de desayunar y Beatriz terminaba de lavar algunos trastes. Al entrar a la cocina, Josselin me miró y me sonrió diciendo “Buenos días papi” sin dejar de mirarme. Le respondí mientras que iba donde mi esposa y le saba un beso en los labios.

Me di cuenta que la sonrisa de Josselin desapareció cuando saludé a Beatriz, luego continuó tomando su desayuno hasta acabar. Mientras yo acababa de terminar mi desayuno, Josselin me pide que la lleve a la escuela. Normalmente ella toma el bus pero no tuve problema en aceptar. Terminé mi desayuno rápido y nos fuimos para evitar que llegue tarde.

Durante el camino pensaba en lo ocurrido por la noche, no podía evitar enervarme al pensar en que Josselin tocaría el tema en algún momento o quizás se lo cuente a alguna de sus amigas. Rumeaba acerca de cuanto tiempo estuvo ahí, cuanto fue lo que vio y que puede pensar acerca de eso.

-          Papi, yo sé lo que es eso – dijo Josselin mientras miraba por la ventana.

-          ¿Qué cosa hija? – dije sin voltear a verla.

-          Lo que hacen tú y mamá por las noches.

Un silencio profundo invadió el carro, mis latidos cardiacos pararon por un momento. Sus palabras era pocas, pero revelaban mucho. Josselin nos había mirado barias veces, no sé cuanta.

-          Quizás fue incómodo que me descubrieras de esa forma, intenté decirte hace mucho pero no tenía idea de como tocar el tema – voltea su cara para mirarme y decir – pero lo que me molesta de esto es que trates de evadir el tema, no por incomodidad, si no porque aun me ves como una niña cuando claramente ya no lo soy.

Quedé en silencio cuando mi hija soltó tales palabras, hablando con seriedad pero con cierta sumisión, como si intentara pedir perdón o algo más, como si tratara de decirme otra cosas.

-          Papi, ya no soy una niña – Josselin pone su mano en mi entrepierna – Como ves ya crecí, ya soy una mujer que puede tomar sus propias decisiones, ya no quiero que me mires como una niñita.

En ese momento, estaciono frente a la escuela y le digo “tienes que entrar”, pero ella no quitaba su mano de mi entrepierna y no dejaba de mirarme como si esperara una respuesta de mi parte. Solo me quedé callado sin saber que responderle, me agarró de golpe y estaba pasmado ante tales declaraciones.

Ella solo me dijo “Está bien” y me dio un beso en la mejilla y se bajó del carro. Yo arranqué y me dirigí al trabajo.

Durante todo ese día no me podía concentrarme del todo, me perdía entre mis pensamientos en las reuniones, pensaba en Josselin y lo que me dijo aquella mañana. Me decía tonto a mí mismo por no poderle responder, pero a la vez me preguntaba ¿Qué podría haberlo dicho?

Terminado el día, salí del trabajo y me dirigí a casa por la tarde. Al llegar todo era normal, Josselin estando en su cuarto haciendo sus cosas y Beatriz en la sala leyendo algún libro. Saludé a Beatriz como siempre y ella me sonrió diciendo que la cena estaría en una media hora. Le dije que estaba bien y que iría a la habitación a cambiarme. Subí las escaleras y caminé por el pasillo dirigiéndome al cuarto, pero por el camino no pude evitar mirar la puerta entre abierta de Josselin.

Me quedé parado unos segundos y me decidí a hablar con ella de lo ocurrido en el carro, así que toqué la puerta pidiendo entrar pero no obtuve respuesta, toqué de nuevo y nada. Abrí la puerta un poco más para ver que ocurría. Logré escuchar la ducha, el agua estaba corriendo, y al no ver a Jasselin en el cuarto supuse que estaría bañándose en el baño de su habitación.

Sin embargo, algo que jamás esperaría y que fue totalmente inesperado para mí, Josselin salió de golpe completamente desnuda del baño, mojada completamente y sin una toalla que la cubriera. Me congelé al verla dirigirse a su armario a buscar algo de ropa.

Completamente pasmado, sin poder moverme de la impresión, vi el cuerpo de Josselin desnudo por un instante. Su cabello castaño y mojado chorreaba pequeñas gotas de agua que resbalaban por su cuerpo blanquiñoso, por su espalda, llegando a sus glúteos firmes y redondos que en conjuntos hacían la silueta de un durazno. Sus piernas rellenitas dejaban pequeños charcos de agua por donde pisara.

De un momento a otro, abrió el armario y se puso de lado dejándome ver sus pechos con pezón rosa. Eran grandes para su contextura delgada, y estaban paraditos, no decaídos. Las palabras de Josselin en la mañana cobraban razón en ese momento, era claro que ya no era una niña. No pude evitar ver todo su cuerpo de pies a cabeza, toda su belleza se dejaba relucir entre las gotas de agua en su cuerpo, cayendo al suelo y dejando brillosa su piel.

Me dirigí a mi habitación rápidamente y cerré la puerta sin que se escuchara para que no sospechara que estuve en el pasadizo. Me senté sobre la cama sin podre dejar de pensar en el cuerpo de Josselin, sintiendo un pequeño apretón entre mis piernas, como si mi miembro estuviera feliz. Supongo que el instinto humano florece incluso con las personas inadecuadas para concebir el acto carnal, pero mi cordura es más grande que los instintos y rápidamente puse los pies sobre la tierra.

Era mi hija, no podía tener esa clase de pensamientos. Espiarla de esa forma está mal, aun que fue solo accidental, no podía negar que era algo asqueroso lo que hice. Me sentí asqueado de mí mismo.

-          ¡La cena está lista! – gritó Beatriz después de un rato.

Salí de mi habitación y caminé por el pasillo para bajar al comedor. Todo ese rato estuve pensando toda la situación y llegué a la conclusión de que tenía que hablar con Josselín, lo había planeado hacer después de la cena. Y justo cuando paso por el dormitorio de mi hija, ella sale de golpe dándome un pequeño susto.

-          Hola papi – me dijo con una pequeña sonrisa.

-          Hola… Josselin – dije entre cortado.

Mis pensamientos sobre Josselin y su madurez regresaron cuando la vi que tenía puesto una blusa rosada que dejaba ver la silueta de sus pechos marcando la punta de sus pezones, un short blanco muy pequeño y apretado casi transparente que casi dejaba ver el color de su ropa interior junto con unas medías, también rosadas, que apretaban sus pies rellenitas.

-          ¿A que hora llegaste del trabajo? – preguntó mirándome a los ojos.

-          Hace rato ya – respondí un poco nervioso.

En ese momento, Beatriz volvió a llamarnos. Josselin avanzó primero mientras yo iba atrás de ella. No podía evitar ver su trasero moverse con cada paso que daba, en especial cando empezamos a bajar las escaleras. Podía ver como su ropa interior se hacía de un lado a otro a través de ese short. Mis respiraciones se intensificaban cada que daba un paso.

-          Josselin, no puedes usar eso en la cena – Dijo Beatriz al verla.

-          Déjame – replicó Josselin – sabes que hace calor y no soy muy de soportarlo, a parte que estoy en mi casa mamá, quiero estar cómoda.

-          ¿Le preguntaste a tu papá si puedes estar así?

-          Claro, me dijo que si, ¿Verdad papi? – preguntó mientras regresaba la mirada a mí.

Asentí con la cabeza sin decir palabra mientras que Beatriz me miraba un poco desconcertada, luego nos sentamos a comer. Durante la cena hablábamos de nuestro día, de las cosas que no pasaron, pero esta vez no pude decir mucho pues no podía contarle a mi esposa lo sucedido, al menos no frente a Josselin.

Al terminar la cena, nos paramos y nos fuimos cada uno a hacer lo suyo. Beatriz s quedó acomodando algunos trastes mientras que Josselin subía a su habitación. Yo salí un rato al jardín para acomodar mis pensamientos y preguntarme cómo actuar ante lo sucedido, era obvio que no podía dejar las cosas así. Solo crearía más incomodidad.

No pude concentrarme pues aún recordaba como estaba vestida Josselin durante la cena, como movía su cabello de un lado a otro para hablar con su madre, entre las risas y las pequeñas miradas que me daba al momento de alcanzarme la sal. Sus ojos marrones me hacen recordar a su madre, Beatriz, ya que ella tiene los mismos ojos, pero ahora cada que los miro se me viene el recuerdo de esa noche en la que ella me vio completamente desnudo con mi pene aun erecto con pequeñas gotas de semen cayendo.

La noche avanzó silenciosamente, sin que alguien se diera cuenta. Beatriz termino de leer su libro y se fue a dormir a nuestra habitación, Josselin se quedó en su cuerdo dormida de igual forma. Yo me encontraba en el estudio tratando de acomodar unos archivos para el día siguiente. Tenía a cargo el proyecto en la empresa, quería que todo saliera lo mejor posible, pero no me podía concentrar por ese pensamiento de Josselin. Me seguía carcomiendo la mente, como si de un cáncer se tratase.

Eran las dos de mañana, tenía que ir a dormir. Me paré y me dirigí a ver a mi esposa que para sorpresa de nadie ya estaba dormida, luego me dirigí al cuarto de Josselin y lo mismo, dormida, o al menos eso pensé.

Bajé a la cocina por un poco de agua antes de dormir, fue una noche muy larga. Al servírmela en un baso y comenzar a toma, sentí pequeñas pisadas que se dirigían hacia mí, volteé rápido y del susto boté un poco de agua en el suelo, manchando mi polo de paso.

-          Lo siento papá.

Era Josselin que había bajado con suavidad, casi como un ratón silencioso que quiere comer algo de la cocina.

-          Josselin – dije un poco pasmado - ¿Qué haces despierta a esta hora?

-          Solo quería… ha… hablar contigo – dijo tartamudeando.

-          Claro, pero no crees que es tarde para eso

-          Si pero yo… yo solo… - se queda un poco en silencio.

En ese pequeño rato noté la poca ropa que tenía: un short pequeño que apenas parecía short por lo pequeña que era, un blusa semi transparente que si bien cubría parte de su cuerpo, dejaba ver sus pechos a través de el. Al ver esto me puse nervioso, solo quería salir de ahí.

-          Josselin, es tarde, hablaremos por la mañana - En ese momento la hice a un lado y avancé hacia la escalera.

-          Siempre estás ocupado verdad ¡verdad! – dijo casi gritando.

Me detuve un momento y giré a verla. Ella derramaba pequeñas lágrimas. Estaba muy confundido.

-          ¡Acaso no ves lo que hago para llamar tu atención! – me dijo mientras se me acercaba lentamente – Estoy siendo atenta contigo todo tiempo, me visto por ti, soy cariñosa por ti, trato de ser una chica buena por ti y lo único que obtengo es tu desdén.

Josselin subió rápido las escaleras dejando caer sus lágrimas. Me quedé parado sin decir palabra, se salió de control de un momento a otro, no me dio tiempo a reaccionar. Solo me quedé unos dos minutos parado al pie de la escalera antes de confrontar las cosas. Me armé de valor y subí las escaleras dirigiéndome al cuarto de Josselin.

Al asomarme por la puerta, veo el cuarto a oscuras, sobre la cama se encuentra ella, arropada por el edredón con una almohada bajo su cabeza dándome la espalda. Sabía que estaba despierta, así que entre lentamente para sentarme al borde su cama.

-          Lo siento hija – dije en voz baja – trato de ser lo mejor para ustedes dos, mi familia, pero también tengo que prestarle atención a mi trabajo para poder darles esta vida.

Josselin seguía sin decir algo.

-          Perdón por ser un mal padre.

En ese momento, Josselin volteó la mirada entre lágrimas y vino hacia mí, sentándose en la cama, para darme un abrazo y decirme “Eres el mejor padre”. Mis manos la abrazaron de igual forma en ese momento y nos sentimos el uno al otro.

Mientras mis brazos la rodeaban, las manos de Josselin iban de arriba abajo por mi espalda. Podía sentir el rose suabe de sus palmas yendo y viniendo, somo si intentara alzar mi polo o trata de ir más abajo. Su calidez era tal que me sentía reconfortado a pesar del problema anterior, todo problema en mi cabeza se apagó en ese instante y solo me concentraba con el tacto que tenía con Josselin. Sentí su corazón acelerarse a la vez que sus manos intentaban ir más allá de solo estar por encima del polo, intentando entrar para tocar mi piel.

Era mi hija, pero ese abrazo no se sentía como tal. Pareciera que solo era la entrada para algo que se aproximaba, mis instintos ya conocían ese tipo de cariños. A pesar de ellos, continué sintiendo el cuerpo de mi hija, pasando mis manos por su espalda y cabello, oliendo su aroma a fresa.

Las manos de Josselin continuaron más allá de los límites, llegando hasta mi pecho, en donde no tuve reparo en sentirlo a la par que comenzaba a darme besos en el cuello. Mis manos comenzaron a bajar lentamente hasta su cintura delgada, subiendo y bajando sintiendo sus delicadas costillas. Los besos que me daba causaban cierta corriente placentera en mi cuello, de esas pequeñas cosquillas a las que no puedes dejar de encontrarle el placer. Estaba compenetrado en esa sensación, como si Josselin me hubiera drogado para hacer lo que quiera conmigo.

Sus palmas iban y subían con mi cuerpo, hasta que lentamente bajó por mi cuerpo hasta llegar a mi bulto ya engordado por el momento. Lo apretó y fue en ese momento en donde vine a la realidad.

-          ¿Qué haces Joss? – intenté sacar su mano de mi bulto, con un reacción un tanto abrupta.

Josselin me da un beso repentido dejándome en shock. Me paralizó sentir sus labios húmedos chocando con los mío. Sentí la dulzura de su bálsamo a la vez que masajeaba mi bulto con suavidad con mi mano aun encima del de ella. Mi corazón latía fuerte al igual que el de ella, entre la oscuridad del cuarto, el sonido de los grillos en el jardín, la luz de la luna entrando por la ventana, me sumergí en la sensación de placer carnal que todos tenemos por instinto.

Cerré mis ojos y le seguí el beso a la vez que me recostaba sobre la cama, haciendo que ella quedara encima mío. El morreo continuaba mientras Josselin sobaba mi bulto ya apunto de querer salir del bóxer, mis manos comenzaban a apretar suavemente sus esponjosos pechos sintiendo la dureza de sus pezones a través de la blusa. Notaba los pequeños arrimones que Josselin daba con su pelvis sobre mi pierna, hacía que mis manos bajaran a su trasero para apretar sus glúteos.

Una de mis manos subió y bajó por su entrepierna hasta colocarse en su vagina a través del short, con mis dedos comencé a presionar en círculos mientras ella daba pequeños gemidos me tenía su mano en mi pantalón. Apretó mi miembro ya erecto y lo comenzó a masturbar a la par que estimulaba su clítoris.

-          Ah papi – dijo Josselin entre susurros – te quiero mucho.

La volteo boca arriba y metí mi mano en sus shorts, sentí la humedad que había entre sus piernas, lo biscozo que estaban sus labios. Eso me motivó a meter mis dedos con lentitud y sentir la calentura de su interior. Percibí un fuerte suspiro a la medida que entraba, apretando más mi verga ya embarrada con el líquido preseminal. Mis dedos entraban y salían con facilidad por la enorme humedad entre sus gajos, escuchaba sus pequeños gemidos a la vez que sentía la vibración de su cuerpo al momento de besarle cuello.

Masturbé a Josselin en la oscuridad del cuarto mientras mi esposa dormía al lado, era una situación que no imaginé, un descontrol a causa de las hormonas de una adolescente y su padre que ya no veía a su hija como una niña.

Esa noche cogí con Josselin, dejé que mis instintos más bajos controlaran mis pensamientos, dejándome llevar por el placer y la lujuria.

-          ¿Qué estamos haciendo? – le pregunté a Josselin, mirándola a los ojos, estando encima entre sus piernas, con mi falo rosando la entrada de sus labios inferiores.

-          El amor… papi – me dijo mientras me miraba y ponía su palma en mi rostro.

Nos dimos otro morreo en ese momento y empujé mi verga dentro de ella, resbalando entre sus labios y sintiendo su respiración pausada con un gemido delicado y continuo, cautivando mis oídos y enamorándome de los sonidos sexuales de mi hija. Bombeé lentamente mi verga, mirando y sintiendo cada embestida, viendo como mi verga se empapaba con sus flujos haciendo que sea fácil el mete saca. Aceleré un poco y vi como sus gemidos se entrecortaban con cada choque que hacía.

-          ¡Ah papi! ¡ah sigue! – gemía Jasselin.

Hicimos el amor como si de un matrimonio se tratase. Josselin se entregó a mí, su padre, y no pude negarme pues… la familia es complicada. Es difícil ver como tu hija crece y se olvida del cariño paterno que alguna vez tuvo, pero Josselin era diferente, ella hizo que ese cariño crezca y se fortalezca aun más. Sentía que le debía algo, quizás tiempo por trabajar mucho y descuidar mi familia, pero ahora estoy dispuesto a recompensar todo ese tiempo perdido.

Continuará.

 

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